que acogió a varias generaciones de familias en el ejercicio deportivo de sus miembros, que hicieron de sus instalaciones el lugar de esparcimiento y de encuentro que hiciera posible la siempre buscada inquietud de un cuerpo sano en un alma de igual condición. Esa institución fue, en título ya legendario, la vieja Escuela de Deportes Apóstol Santiago. Escuela que abrió sus puertas en el año 1943 con el intencionado propósito de dar respuesta a una concreta demanda social, cual era, la de atender a las necesidades de instalaciones deportivas dónde iniciarse y ejercitarse en la práctica del deporte en sus distintas variantes, toda vez que las instalaciones existentes en Madrid, en aquel entonces, se hallaban dirigidas, básicamente, al deporte profesional.
La Escuela, a su vez, como no podía ser de otra manera, no fue sino consecuencia de otro precedente institucional; en efecto, en los terrenos donde actualmente se asienta el Centro de Deportes Santiago Apóstol, y anteriormente la Escuela de Deportes Apóstol Santiago, hubo un campo que era utilizado por una peña deportiva, el Atlético de Aviación, de la que, posteriormente, se haría cargo un potente club. Mas, en aquellos años anteriores a 1943, tal campo solo era utilizado para la celebración de esporádicos partidos de hockey y de encuentros de fútbol protagonizados por equipos de categorías modestas de este deporte, hoy de masas.
Aquel campo, dejado de utilizar por la sociedad que lo explotaba, fue, sin embargo, el esbozo de un proyecto que, de tiempo, venía siendo acariciado por dos miembros de una familia, los hermanos Lazcano, cual era, el de poner a disposición de la sociedad civil, fundamentalmente, de condición familiar, aquellas instalaciones que hicieran posible el ejercicio de práctica deportiva en proximidad ciudadana que permitiera el fácil acceso a las mismas desde el propio hábitat residencial de la Ciudad.
Tan loable propósito, de generosa entrega fundacional, posponiendo la idea del beneficio especulativo a que los terrenos adquiridos pudiera tentar, a la de servicio a la sociedad necesitada, sólo pueden explicarse sino atendiendo a la condición civil de sus creadores, los hermanos Lazcano, el uno, por su condición de sacerdote, Monseñor D. José Luís Lazcano Escolá, profesor del Seminario Conciliar de la Capital, que hizo de su vida entrega a los demás, y, el otro, D. Jaime Lazcano Escolá, en su profesión de médico especializado en el Deporte y antiguo jugador profesional de fútbol, experto y conocedor, pues, de la actividad deportiva en sus variados aspectos de consideración, los que vinieron, ambos, a hacer posible, en conjunción afortunada de circunstancias, la realización “in vivo” de la acariciada idea pretendida: una escuela para la enseñanza y la práctica del deporte, dirigida, principalmente, a la familia.
Y, en este punto, un inciso siquiera sea por dejar memoria, en recuerdo imperecedero, dedicado a D. Jaime Lazcano Escolá. Este navarro inquieto, nacido el 30 de diciembre de 1909, que cursó la carrera de medicina mientras jugaba al fútbol, desde niño especial aptitud para la práctica deportiva: a los quince años debutaba en un encuentro ante el Arenas de Guecho; tres años en el Osasuna bastaron para su fichaje por el Real Madrid, equipo en el que ingresa a los dieciocho años y en el que permanece hasta 1935. Tiene el honor de ser el primer goleador del Real Madrid en Liga. Extremo de gran rapidez y excelente disparo jugó cinco partidos con la Selección Española, siendo su momento más recordado el de la victoria de España contra Inglaterra, en cuyo encuentro marcó uno de los cuatro goles apuntados.
Y retomando el hilo de la retroactiva, es así como aplicando la experiencia deportiva adquirida al campo más subliminal del viejo ensueño aplazado – la enseñanza del deporte como necesario componente de la humana personalidad – es como viene a nacer en 1943 la Escuela de Deportes Apóstol Santiago que va a extender su singladura, pese a las vicisitudes sufridas en su entorno, y si bien bajo formatos normativos e institucionales diferenciados, hasta nuestros días. Baste considerar cuánto para la Escuela ha venido a representar la parcelada fragmentación que, de su suelo continuo, ha provocado la apertura de nuevos viales, cuáles las calles Corazón de María, prolongación de Berlín, la de Camilo José Cela y, sobretodo, el trazado de la Avenida de América; a su pesar, la Escuela vino a superar, en forzada acomodación de circunstancias, el quebranto territorial sufrido con la racionalización de sus comportamientos, en mantenimiento de su idea de servicio a los directos interesados a quiénes venía prestando su atención institucional.
En un principio, las instalaciones de la Escuela venían reducidas a doce pistas de tenis, cuatro campos de baloncesto, un campo de fútbol, una pista de hockey, otra para la hípica, un velódromo, siete frontones y dos piscinas. El resto del terreno se destinaba a instalaciones complementarias (vestuarios, cafetería, …), dedicadas a juegos infantiles o, simplemente, al esparcimiento de los usuarios, al disponerse de una profusa vegetación arbórea.
La creación de la Escuela, sin embargo, no aquietó la inquietud de sus creadores. Lejos de ello, los hermanos Lazcano siempre sintieron la preocupación de asegurar para el futuro el servicio que para sus beneficiarios significaban las instalaciones deportivas de la Escuela. Al margen del desarrollo urbanístico de la ciudad, siempre suponía un riesgo de pervivencia para la Escuela la ambición especulativa que representaba la existencia de unos terrenos susceptibles de mayores previsiones de rentabilidad que los módicos ingresos proporcionados por la explotación de unas instalaciones como las de su naturaleza. Había, pues, que proteger el continuismo de la institución por encima de los avatares, en esta ocasión, no de probabilismo de actuaciones, sino de perfilados riesgos de alcance.
Y es así como en 1949, esto es, a tan sólo seis años de creación de la Escuela, se redactan unas normas regulatorias -Estatutos- para hacer de la Escuela una Fundación y que, por circunstancias del momento, no fue posible la aprobación de los mismos. Fieles, no obstante, a su pensamiento, los hermanos Lazcano inscriben en 1953 la Escuela como una escuela popular deportiva.
El azar, en no pocas ocasiones rector de la historia, en ésta representado por la prematura muerte de uno de los creadores de la Escuela, D. Jaime, acaecida en 1983, vino a frustrar la vieja idea fundacional que, no obstante, es recabada con posterioridad por el otro miembro supérstite, D. José Luis, quién el 20 de mayo de 1992, formaliza el viejo intento, creando la Fundación Apóstol Santiago, con donación al empeño de la totalidad de sus bienes, hasta el punto de hacer ruego en la carta fundacional de que pueda ser atendido hasta el momento de su muerte, que tiene lugar en 1997, por la propia institución, ello con la dignidad debida que merece todo ministro del Señor.
La Orden Ministerial de 30 de julio de 1992 (B.O.E. de 19 de agosto), viene a reconocer a clasificar y a inscribir la Fundación Apóstol Santiago como fundación cultural privada de promoción, con carácter de benéfica; es, pues, desde esa fecha, cuando se crea la Fundación Apóstol Santiago, pasando la primitiva Escuela de Deportes a constituirse en uno de sus centros ocupacionales, el actual Centro de Deportes Santiago Apóstol que, junto a otros focos de atención, constituye el acervo institucional.
Actualmente, el Centro de Deportes Santiago Apóstol está siendo objeto de una profunda actualización de sus instalaciones que, sin modificar sus signos estilísticos, que constituyen los rasgos de su identificación institucional, sirvan con una mayor eficiencia a sus cometidos de ejercicio.
Un Plan Director, actualmente en curso de elaboración y que será objeto de aprobación a lo largo del presente ejercicio – 2018 – determinará cuantas sean las actividades a desarrollar en el Centro.
A su vez, la actividad cultural – el segundo cometido de compromiso de la Fundación – pretende, y de ello es intento planificado de años, la elaboración de una modesta aun cuando seleccionada colección de pintura, escultura y objetos relacionados con el Deporte, ser exponente vivo, a través de salas expositivas, del afán contributivo de la institución hacia sus beneficiarios, auténtica y única razón objetiva de su misma existencia.